viernes, 7 de febrero de 2020

La parábola de la horca o de cómo nos convertimos en esclavos. Por E. Rus

Esto es como el juego del ahorcado pero sin diversión...
Aquellas tierras eran hermosas, el sol amanecía desde el horizonte e iluminaba sus corazones, eran un pueblo feliz, rico y prospero...
Bienvenidos a la reflexión de los viernes en un blog que tiene más cosas interesantes, como se puede comprobar en la sección "Qué ofrecemos..." del menú principal. 


Y es que aquel señor del norte envidiaba riquezas de el reino del cuento. Muchas veces utilizó la diplomacia, las buenas palabras, las promesas, pero aquel pueblo le rechazaba una y otra vez. No necesitamos un líder, ya tenemos líderes le decían. Aquellas gentes del campo que habían crecido entre tomates y pimientos, sabían que no era trigo limpio. Alguien que cree saber lo que te conviene mejor que tu no puede ser trigo limpio, le decían los ancianos a los jóvenes en el bar. Eso era algo que aquel señor no podía soportar, ningún reino se le había resistido y este no iba a ser diferente. Todos habían sucumbido al miedo o a la avaricia, ¿qué pasaba con estos montañeses? 

No es esta Orca, sino la otra Horca...

Y aquel señor cambió de estrategia: "si mis palabras no pueden convencerles les invadiré", pensó. Pero aquellos campesinos eran grandes guerreros, sus servicios como mercenarios tenían fama en todo el mundo, pagándose verdaderas fortunas por ellos. Ayudados por las montañas de su hogar, que solo ellos conocían y apreciaban, derrotaron una y otra vez a los ejércitos invasores. El señor del norte ideo un plan, cuando todos dormían, eran demasiado confiados, construyó una horca en el centro de la mayor plaza de aquel reino, los ciudadanos la vieron y se asustaron, pero como eran gentes valientes, la destruyeron. Él la volvía a construir y así una y otra vez hasta que ellos empezaron a sentir miedo. Entonces y solo entonces envió a un emisario y este les dijo que sabía como destruirla. ¡Claro que lo sabía!, él la había creado. Lo peor es que ellos le creyeron, temían por sus hijos. Le hicieron líder, pero no era un líder natural como los que existían en aquel reino, elegidos por sus vecinos por su bondad y honradez, sino un líder impuesto, por un sistema que él mismo creó. Consistía en meter unas papeletas en una urna y dar tu confianza a alguien que ni siquiera conoces, como se puede dar la confianza de tu vida, de tus ahorros, el futuro de tus hijos a alguien que no conoces...


Pero el poder lleva a la corrupción y el poder absoluto lleva a la corrupción absoluta (Lord Acton). Sin embargo, en la tierra de Guillermo Tell no gustan las imposiciones y por eso es el único reino libre que con su ejemplo de verdadera democracia nos da lecciones todos los días. No hablo de su gobierno, este es como todos, corrupto, sino de sus gentes, apegadas a su hogar y su libertad, por eso siguen siendo el estandarte del mundo. Porque vencieron al tirano, descubriendo que solo nosotros mismos tenemos derecho sobre nuestra vida y propiedades y nadie, absolutamente nadie puede arrebatarnos ese derecho. Por supuesto no son perfectos, pero deberíamos preguntarnos: ¿lo somos nosotros?.


Cuando alguien te dice lo que cree te conviene es por dos motivos: uno porque te ama, el otro porque quiere algo de ti. Cuídate de los segundos, a veces lo que quiere de ti no es bueno para ti, solo para ellos, decían los ancianos de aquella tierra a los jóvenes. 

Me iría a vivir a Suiza, pero creo que deberían hacer un monumento a aquella horca. De esta forma, con el derrotero que está tomando aquel país, recordarían esta historia como prueba del error que es dejar que alguien dirija tu vida.

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